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Respuesta a Javier Cercas (y II) [Carlos Fernández Liria]

Lo transcribo en su totalidad pues creo que nada de lo que se dice en el artículo tiene desperdicio:
Decíamos en la primera parte de este artículo que el “patriotismo constitucional” de Podemos es lo que verdaderamente ha desconcertado al mundo político de este país, es lo que en verdad ha cambiado, como suele decirse, “la centralidad del tablero” y lo que ha hecho tambalearse al bipartidismo (que gracias, entre otras muchas cosas, a gente como Javier Cercas y compañía no ha terminado de derrumbarse). El desconcierto ha sido que Podemos irrumpiera en la escena pública diciendo algo así como “no defendemos lo imposible ni ninguna ocurrencia parecida” (de las que normalmente ellos fueron fervientes entusiastas en otros tiempos en los que siempre “corrían delante de los grises”): “defendemos lo que tú defiendes, defendemos que esto sea de verdad lo que tú dices que es”, una “patria constitucional”, un “estado social de derecho”.
Defendemos un sistema parlamentario que sea de verdad un poder legislativo y no una dictadura económica recubierta de impotencia parlamentaria, que es lo que en realidad tenemos (más aún desde que se firmó el artículo 135). Defendemos una libertad de prensa que lo sea de verdad y no esta dictadura mediática en la que un puñado de oligopolios ejerce una implacable censura despidiendo o no contratando jamás a los periodistas que podrían llevarles la contraria. Defendemos la división de poderes, pero muy conscientes de que el poder económico es un poder salvaje que no está en absoluto dividido, ni sometido a la ley, ni, en suma, civilizado. Defendemos que haya un ejército de inspectores fiscales, de peritos contables que asistan al poder judicial que se ocupa de los delitos económicos. Defendemos que haya una buena policía, que se encargue cada vez más eficazmente de meter en la cárcel a esos enemigos de la patria constitucional a los que hemos llamado, a veces, la “casta” y otras veces la “mafia”. En suma, como se verá, todo un programa ‘habermasiano’ de lo más normalito y moderado.
Y entonces, se dirá, ¿por qué el famoso “populismo”? ¿Por qué Laclau? Eso viene después. Hay que tener un poco de paciencia, señores. De hecho, antes habría que hablar todavía de otra cosa. Habría que preguntar aún, ¿y por qué Marx?
Eso del patriotismo constitucional y la apelación a la ciudadanía encierra el único proyecto político que es irrenunciable para la humanidad y fue muy bien teorizado por los filósofos de la Ilustración (como no me he cansado de repetir en mis últimas publicaciones). Pero, utilizando la expresión de Jorge Alemán, hay que decir que al pensamiento de la Ilustración le esperaban dos buenos jarros de agua fría, dos grandes “malas noticias”. Una la trajo Marx y la otra Freud.
Marx demostró por qué el aparato institucional republicano pensado por la Ilustración funcionaba muy mal bajo condiciones capitalistas, es decir, bajo unas condiciones en las que, al tiempo que se dividía el poder político, el poder económico permanecía en estado salvaje y sin civilizar. En nuestros días, en los que el terrorismo financiero cambia de opinión en milésimas de segundo, chantajeando toda posible actividad parlamentaria e hipotecando caprichosamente la vida de la ciudadanía, la cosa es infinitamente más grave que aquella de la que se quejaba Marx. El parlamentarismo, sí, bajo determinadas condiciones económicas, se convierte en la coartada de un capitalismo de casino. Es verdad que buena parte del pensamiento marxista se equivocó radicalmente al arremeter entonces contra el parlamentarismo, en lugar de contra las condiciones económicas que lo subyugaban. Pero no se puede decir que ese haya sido precisamente el error de Podemos, que ha apostado sin reparos por la vía parlamentaria e institucional. Lo malo es el poder financiero que convierte el parlamentarismo en una estafa grotesca, no el parlamentarismo. Los que no lo ven así, es que no quieren ver. Combaten un fantasma en su imaginación y se regodean de lo fácil que es tener razón contra él. Por eso no se puede decir que estén equivocados, sino que deliran. Otra cosa es que su delirio sea, ciertamente, criminal e irresponsable, porque, cerrándoles las puertas al patriotismo constitucional de Podemos se las están abriendo de par en par, precisamente, a eso que ellos pretenden combatir: el populismo de derechas que, tarde o temprano y con su encomiable colaboración, se apoderará de Europa.
¿Por qué, entonces, en Podemos nos hemos puesto a leer a Laclau y nos hemos llegado a definir como “populistas”? En primer lugar, porque no queremos colaborar con esa estafa -tan habitual en gente como Javier Cercas- de defender el concepto de ciudadanía entre las nebulosas de un delirio. Sabemos muy bien que el destino de la “ciudadanía” -que es lo que defendemos como cualquier otro bien nacido- está condenado mientras no se afronte el reto de legislar sobre los poderes económicos. Si no queremos que la economía llene este mundo de cárceles y campos de refugiados (que también, sí, son “ciudadanos”), tenemos que encarcelar legislativamente a la economía. Pero son estos objetivos políticos -que intentan poner freno a la dictadura neoliberal- los que suelen mirarse por encima del hombro como “populistas”. Los que así hablan deberían pensar un poco, de una vez por todas, de qué lado están. Ellos dicen que de la “ciudadanía” y de los derechos y libertades. Pero eso es lo mismo que decimos nosotros. Y como precisamente vemos a la ciudadanía postrada frente a unos poderes económicos que deciden políticamente al margen de cualquier deliberación pública y parlamentaria, en las puertas cerradas de un nuevo feudalismo, además de defender abstractamente la “ciudadanía” lo que hacemos es poner manos a la obra contra este sobrevenido Antiguo Régimen que nos ha caído encima.
En segundo lugar, y ahora sí que es el momento de reivindicar a Ernesto Laclau y el asunto ese del “populismo”, porque somos muy conscientes de la otra “mala noticia” de la que hemos hablado. El giro hacia el “sentido común” y la “política conservadora” de la que hablábamos en la primera parte de este artículo, ha cambiado la correlación de fuerzas. Ahora los radicales antisistema son “ellos”, los defensores de esta salvaje revolución neoliberal (sean quienes sean, Javier Cercas sabrá si esto va por él o no). Nosotros, en cambio, los que abominamos de esta barbarie revolucionaria en nuestra vida cotidiana, somos muy conservadores y sensatos, tanto que podemos reivindicar, como hemos dicho, el patriotismo constitucional por el que nos identificamos con una escuela o una sanidad pública, con unos derechos laborales, con un parlamento o unos tribunales de justicia. Ahora bien, eso del “sentido común” no es algo que se sirve a la carta. Es un tejido muy abigarrado y tozudo, atravesado por prejuicios, tópicos y mentiras mediáticas. Althusser lo llamó el “macizo ideológico”. Y cuando hay que moverse en ese terreno conviene consultar a algunos expertos. Uno de ellos, que trajo, en efecto, muy malas noticias, fue Freud. Otro es el famoso Ernesto Laclau. La pregunta ¿cómo piensa el pueblo?, no es el hilo conductor de ningún programa político. Es una pregunta realista que no se puede responder desde las atalayas mediáticas en las que se mueve gente como Javier Cercas. El mundo político no está tejido de argumentos y contrargumentos, no está trenzado con razones, sino con algo de naturaleza muy distinta, algo semejante a lo que en psicología se llama “síntomas”. No vale de nada argumentar con un tímido hasta convencerle de que es científicamente imposible que se le trague la tierra si se arranca a cantar por bulerías. Los síntomas no se transforman con razonamientos. Por poner un ejemplo menos “psicológico”: no es “diciendo la verdad” en tu muro de Facebook o en el salón de tu casa como se combaten los grandes constructos mitológicos que los medios de comunicación incrustan a diario en el sentido común de los votantes. Un imperio mediático no se combate diciendo la verdad, sino, en todo caso con otro imperio mediático (que quizás, eso sí, podría trabajar en favor de la verdad).
En atención a este tipo de problemática es por lo que acepté titular a mi último libro En defensa del populismo, algo de lo que mi amigo Jose Luis Pardo se ha pitorreado mucho (he de decir que con bastante gracia). Hay una especie de dogmático veneno racionalista en este tipo de intelectuales. Lo guay es que el ser humano sea un ser racional, de modo que (como si Freud, Lacan o la antropología misma no contaran un pimiento), por lo visto, basta reivindicarlo como tal para que lo sea. Y si no llega a serlo del todo, mira por donde, será porque hay unos populistas por ahí empeñados en aguar la fiesta. El problema es que en absoluto es así. El ser humano no es ni mucho menos un ser tan espontáneamente lingüístico como se pretende. Más bien hay que decir que el ser humano se sostiene en el lenguaje como un trapecista en una cuerda floja. El ser humano no nace hablando, nace del sexo, en un afuera del lenguaje desde el que tiene que escalar muy tortuosamente a través de una aventura que llamamos infancia.
Esto hace que el lenguaje, para el ser humano nunca sea un mero instrumento para la comunicación. El ser humano, cuando habla y cuando razona, siempre está, al mismo tiempo, haciendo “otra cosa”. La evidencia antropológica es que el ser humano no accede a la palabra más que a condición de que sea una palabra ritualizada. El rito es una especie de tributo que pagamos los humanos por no ser ángeles, por haber nacido del sexo y por tener infancia. Lo curioso es que Javier Cercas pretende explicarnos, precisamente a nosotros, que “nadie con dos dedos de frente se cree la pamema de que el pueblo es por esencia virtuoso”. Es imposible saber de dónde se saca semejante presuposición respecto a nuestras convicciones. Lo que sí que es esencial al pueblo es la religión, como atestigua toda la historia de la antropología y de la sociología. Régis Debray dijo una vez, con mucha razón, que había que ser “un poco antropólogo” para enterarse de lo que estaba pasando (eran los años noventa): el resurgir de los nacionalismos, los tribalismos, los fundamentalismos, los racismos, los regionalismos, los sectarismos y los integrismos de todo tipo. El problema, decía él (llamó a esto pomposamente el “teorema de Godel de la política”), es que socialmente es imposible cerrar un círculo sin levantar una vertical, es decir, sin recurrir a un cono. El ser humano no puedo prescindir de los tronos y los altares (aunque algunos sí pensamos que puede “civilizarlos”). Esto puede ser repugnante, pero está en la raíz de las cosas que hay que tener en cuenta a la hora de hacer política.
El ser humano es, sin duda, repugnante, pero es lo que hay. Eso sí, es muy fácil olvidarte de las verticales y de los líderes cuando vas ganando. El populismo (en el peor sentido) del PP y del PSOE es apabullante y patético. Pero, bueno, si ésta es más o menos tu opción política no hay razón para aplaudirlo o para confraternizar. Uno ve a Pedro Sánchez entrevistarse por televisión mientras escala el Peñón de Ifach y, en fin, la cosa no va contigo; al fin y al cabo, lo importante es que se siga defendiendo la ciudadanía. Pero, para los que no nos conformamos con defender la ciudadanía desde nuestras tribunas, sino que queremos, además, hacer algo políticamente para hacerla realidad, la cuestión es cómo movernos en un mundo político amasado con síntomas, ritos, mitos e ideólogos como Javier Cercas o Jose Luis Pardo. Y entonces, sí, nos volvemos muy sensibles a los efectos populistas del mundo político en el que queremos actuar. Es muy fácil mirar por encima del hombro el populismo cuando tus opciones políticas van ganando. Es bastante más difícil esa altanería cuando para ganar necesitas crear, como dicen en Podemos, una “hegemonía popular”, y cuando tienes que hacerlo con todos los imperios mediáticos en contra y con cuarenta años de franquismo y cuarenta de bipartidismo a tus espaldas.
“El peor de los políticos es preferible al mejor de los caudillos”, dice Javier Cercas. Estamos completamente de acuerdo. Añadimos que el peor de los caudillos es, además, el Eurogrupo, esa instancia misteriosa que (como se le dijo a Varoufakis) ni siquiera existe, pero que decide sobre nuestras vidas al margen del cualquier control público y parlamentario. Algunos pensamos que a ese caudillismo del capital financiero es posible aún pararle los pies por vía parlamentaria, derogando, para empezar, el artículo 135 de la Constitución y luchando por crear un verdadero orden constitucional europeo. Otros, como Javier Cercas en su artículo, son mucho más radicales, al parecer, porque abogan -dice- por “cambiar de sistema”. Yo no alcanzo a comprender a lo que se refiere. En todo caso, para “cambiar de sistema”, ¿a quién habría que haber votado en las elecciones? ¿Con quién conviene pactar en esta nueva legislatura? Esto a Javier Cercas se le olvidó explicitarlo al final de su artículo. Él quiere cambiar de sistema. Nosotros no, nosotros queremos el sistema de siempre, un orden constitucional en estado de derecho. Esa patria constitucional de la que se ríen a diario los poderes económicos.
(*) Carlos Fernández Liria. Profesor de Filosofía en la UCM. Su última obra publicada es En defensa del populismo (Ediciones Catarata).
https://www.cuartopoder.es/tribuna/?p=9040
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"Podemos" y lo que sí se puede en materia de impuestos

Así es como no podemos. No podemos tolerar que los impuestos en España sean tan injustos, que se paguen tan inequitativamente o que simplemente no se paguen ya sea por la vía del resquicio legal o directamente del fraude. Dado que tanto se alude al pragmatismo de lo que se puede y de lo que no se puede hacer, parece imprescindible decir en voz alta que no es pragmático seguir permitiendo esta situación en la que la clase trabajadora soporta el peso de la recaudación tributaria. No podemos aceptar que los asalariados asuman los impuestos que no pagan las principales firmas que operan en el país.
Hasta la fecha, las familias aportan casi 50 veces más a las arcas públicas que las grandes empresas, lo cual no se corresponde ni por asomo con lo que representa la riqueza de unos y otros. Las familias contribuyen con el 90% de la recaudación y las empresas aportan el 10% restante (y de ese porcentaje, menos del 2% corresponde a las grandes compañías), pese a que las rentas del trabajo suponen menos del 50% del total de renta generada en el país. No podemos admitir que 28 empresas del Ibex 35 hayan pagado 800 millones de euros como impuestos a pesar de haber ganando 13.100 millones de euros; no supone ni el 7% de presión impositiva, 23 puntos menos que el tipo nominal del Impuesto de Sociedades previsto para ellas; todo en el marco de una dudosa legalidad y al amparo de incontables artificios fiscales.
A estos datos alarmantes (súmese que los grandes grupos económicos tributaron apenas al 3,5% por sus beneficios en el año 2011) se añade la intolerable permisividad política con el fraude fiscal. Según un estudio publicado por la Comisión Europea, España perdió en 2012 un total de 12.400 millones de euros de ingresos de IVA —el 18% de lo que teóricamente debería haber recaudado— debido sobre todo al fraude fiscal, pero también a quiebras de empresas, errores estadísticos o formas “legales” de elusión.
Según cálculos del Consejo Económico y Social, el fraude fiscal alcanzó en España el 6% del PIB en 2012. Las causas de este desplome recaudatorio no es casual: a) en España hay un inspector por cada 1.680 contribuyentes, lo que significa un porcentaje tres veces menor a la media de los países de la OCDE (cinco veces inferior a Francia y Alemania), b) el presupuesto dedicado a la Agencia Estatal de la Administración Tributaria se redujo en 2013 un 7,7% en relación al año anterior, c) el 20% de la plantilla se encarga de investigar el fraude de las grandes empresas que concentran el 70% de la evasión fiscal, mientras el resto se dedica al control de autónomos, pequeñas empresas y trabajadores aunque éstos solo entrañen el 30% del fraude… No es de extrañar que el 66,9% de los españoles crea que el Gobierno hace “poco o muy poco” por luchar contra el fraude (CIS, 2013).
Por una vía u otra, legal o fraudulentamente, se llega a que el sistema tributario en España recauda poco, siete puntos por debajo de la media europea. Es cierto que no resulta una tarea fácil hablar de impuestos sin incurrir en la odiosa demagogia electoralista. Porque es escuchar la palabra impuesto y que todo el mundo huya despavorido. Y es que los impuestos tienen muy mala prensa, y en consecuencia, mala fama. Aunque a decir verdad ésta se debe a un trato habitualmente tergiversado y manipulado, más concentrado en contar una verdad a medias que toda la verdad completa. Es frecuente no explicar para qué y por qué se requiere de fondos públicos.
La resistencia al pago de impuestos sólo se puede abordar por la vía pedagógica de tal manera que se exponga cristalinamente el destino adecuado de esos recursos, los detalles del reparto equitativo de la carga tributaria y la escrupulosa rendición de cuentas públicas. El sentido común de la época neoliberal supo librar la batalla contraria. Su acierto táctico fue generalizar, “vender” que todo lo público funcionaba mal, y en vez de contraproponer positivamente, “hagamos bien lo que se hace mal” abogó por instaurar su apuesta económica: privatizar los sectores públicos estratégicos potencialmente rentables por disponer de demanda cautiva (transportes, telecomunicaciones, servicios básicos). Con esta viciada argumentación, se fue despatrimonializando al sector público, vaciándolo de poder económico, y por tanto de soberanía. De este modo, los grupos económicos privados lograron disponer de todo el poder político para hacer y deshacer cuanto quisieron en esta larga y muy fría noche neoliberal que sigue endeudando socialmente a la mayoría social.
El lema “lo público no sirve” sirvió para acometer el programa llamado eufemísticamente “de austeridad”, cuando más que de austeridad se trató de un verdadero empobrecimiento de la mayoría social, amputándole al sector público cualquier capacidad de intervención para solventar lo que el mercado (o sea, cuatro grandes empresas) menoscabó. Con otros tantos subterfugios (lucha contra el déficit fiscal, liberalización, modernización del Estado) se fue instalando en el imaginario popular la idea de que todo lo público es excesivo, corrupto y deforme. La solución —allá donde se produzcan excesos, ineficiencias y corrupción— no pasa desde luego por enterrar lo público; lo privado en sustitución de lo público lo acaba haciendo peor como así se viene demostrando en España a la vista del gran desabastecimiento social que padece la mayoría de las familias en España.
En medio de este tsunami neoliberal, hablar de impuestos requiere navegar a contracorriente y exige pedagogía para explicar para qué y por qué son necesarios. La disputa principal reside en la interpretación del nuevo sentido común económico que viene constituyéndose en base a una mayoría ciudadana que no soporta más la política económica instaurada. Es por ello que la propuesta económica de Podemos en materia fiscal se hace posible; es necesaria y pragmática. La nitidez de su programa económico es proverbial: disponer de los fondos públicos necesarios para garantizar derechos sociales.
Para el futuro Gobierno de Podemos no hay negociación que valga si ésta pone en riesgo la verdadera prima de riesgo, la verdadera deuda, la social, esa que se instala en las entrañas de cada hogar. Es por eso que hay que proponer una nueva política tributaria con soberanía recaudatoria para afrontar el problema de endeudamiento y desabastecimiento social que afecta a una mayoría ciudadana en cuestiones básicas (vivienda, salud, educación, jubilación, servicios básicos, acceso a la justicia). No sólo eso sino que además el Estado se encarga de la defensa del país, de garantizar soberanía energética, de procurar salir del neodependentismo periférico a costa de potenciar una nueva economía social del conocimiento, de fomentar nuevos sectores económicos que reviertan el patrón de intercambio desigual sufrido durante siglos. Y esto exige irreversiblemente recaudar con una nueva política fiscal, con una virtuosa política tributaria socialmente eficiente.
¿Cómo? Con impuestos directos y progresivos para que pague más quien tiene mucho más. Reducir tramos en el IRPF (tal como han hecho los sucesivos gobiernos de PSOE y PP) significa reducir el margen de adecuación de tipos impositivos a la capacidad de pago. Con un Impuesto de Sociedades que proteja a la pequeña y mediana empresa de las abusivas ventajas competitivas de la gran transnacional como forma de contribuir a democratizar la estructura económica. También con otra forma de aplicar impuestos indirectos (como el IVA) que acaba tratando igualmente a desiguales lo que encierra una gran injusticia. O estableciendo impuestos de verdad al capital financiero, desmontando sus incentivos para jugar a la economía de casino. ¿O acaso en aras del pragmatismo debemos tolerar que los fondos de inversión (como las Sicav) sigan abusando de sus privilegios ahora que está de moda pedir sacrificio a todo el mundo?
Así, con un horizonte diáfano de para qué se deben usar los recursos públicos es mucho más fácil explicar por qué son importantes los impuestos, por qué deben recaudarse con eficacia técnica y social de tal manera que “pague más quien más tiene”, con tolerancia cero contra el fraude. Pero esto no ha de ser sólo un lema propagandístico, sino que exige una gran transformación de la estructura tributaria que deje de privilegiar las exenciones del gran capital, que ordene con más progresividad qué impuestos han de ser reformulados, y que busque con recursos públicos cómo enfrentar el fraude. Se trata de diseñar una política tributaria que coadyuve también al nuevo orden económico, que limite prácticas especulativas, y se centre en el fomento de la inversión productiva, generadora de empleo digno y estable, sin ambages. Es fundamental defender el objetivo de soberanía tributaria para lograr que una buena parte de la riqueza generada en un país se emplee para acometer todo lo que se necesita para seguir generando riqueza económica en forma inclusiva.
Ya está bien de caer en la trampa del viejo mito que defiende que más impuestos significa crecer menos porque es una de las ecuaciones matemáticas más estúpidas defendida en la economía dominante. Como diría Galbraith, esta relación tan básica es propia de la economía del fraude a la que nos llevó el paradigma hegemónico de la economía neoclásica (sobre la que se sustenta la economía neoliberal). Relaciones matemáticas tan simples son imposibles que se cumplan si no se complejizan desde lo político, lo humano, lo cultural y lo social.
Pagar impuestos puede ser malo o bueno dependiendo de cómo se usen, al servicio de qué y de quiénes, para qué proyecto, en base a qué paradigma económico. Pagar impuestos para que otros lo malgasten en corrupción no le gusta a ninguna persona de bien. No es cuestión de defender pagar impuestos per se, sino que se trata de que se pague impuestos de forma justa para disfrutar de políticas sociales redistributivas también justas y necesarias para garantizar el bienestar social sin exclusiones ni excepciones, y también para construir otra economía de base sólida productiva para evitar el vicio de vivir de las burbujas. Es esto lo que Podemos propone. ¿Quién piensa que no se puede diseñar otra política tributaria?
Alfredo Serrano Mancilla. Doctor en Economía, Director CELAG
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Manifiesto con ocasión del acto de presentación círculo Sevilla Este (txt no aprobado)

DISCURSO CON OCASIÓN DEL ACTO PRESENTACIÓN DEL CÍRCULO PODEMOS SEVILLA ESTE Sevilla, 1 de noviembre de 2014 Por Fco. José Parra, miembro del círculo Sevilla Este
Vecinas, vecinos:
Hoy nos hemos dado cita aquí para compartir con vosotros, vecinas y vecinos del barrio, el nacimiento de uno de los más importantes círculos Podemos, el círculo Sevilla Este. Acabamos de clausurar el pasado domingo 19 de octubre nuestra Asamblea Ciudadana Sí se puede, en la que tuvimos ocasión de asistir al nacimiento de una formación política de nuevo tipo, y hoy ya contamos con unas sólidas bases políticas, éticas y organizativas, gracias a la implicación directa en el debate de más de cien mil ciudadanos, todo un hito en nuestra joven democracia (SILENCIO) Pero queremos recordar que no hemos llegado hasta aquí desde la nada.
En el año 2007 se desata la crisis financiera de las hipotecas basura que, unido a los efectos de la burbuja inmobiliaria, reduce a escombros la economía en España con las consecuencias dramáticas que a partir de ahí venimos padeciendo. En vez de explicarnos la situación real, ¿qué nos contaron los sucesivos gobiernos?: (S) Pues que el gasto público en materia social era excesivo en España, cuando realmente sólo representa el 72% del promedio europeo. Realmente nunca tuvo un problema de excesivo gasto público sino de insuficientes ingresos. No hay más que ver los informes sobre fraude fiscal y laboral. También nos dijeron que habíamos vivido por encima de nuestras posibilidades (S) …y nosotros dijimos: No, no es verdad, vosotros –políticos corruptos y banqueros- sí que habéis vivido por encima de nuestras posibilidades, por eso hoy somos más pobres y más precarios que hace ocho años y vosotros más ricos, claro que sí (S) Pero decidimos entonces no quedarnos de brazos cruzados ni en el lamento, creímos que había llegado la hora de la ciudadanía, de organizarnos para frenar esta ofensiva promoviendo un cambio de mentalidad en España, no queríamos cambiar algunas cosas para que todo siguiese igual, no, había que empezar a transformar los cimientos de nuestro país, nos sentimos llamados a conquistar nuestro futuro, como lo hicieron nuestros padres y abuelos muchos años atrás.
Los mismos políticos y gobiernos que defendían que el Estado no debía intervenir en la economía, que hay que dejar actuar libremente a los mercados, en mayo de 2010 se apresuraron a poner en marcha con dinero público un plan de rescate a la banca. Ésta había jugado al casino financiero con la burbuja inmobiliaria y había perdido. Se trataba de la receta neoliberal de siempre: nacionalizar pérdidas y privatizar beneficios. Pero no contentos con ello, para dar aún más confianza a los mercados, dicen, PP y PSOE se apresuran a reformar el artículo 135 de la Constitución, consagrando así las políticas de austeridad y recortes (S) Afirmar que esto se hace por el interés general representa un insulto a la inteligencia de los españoles y un atentado contra nuestra dignidad. Cuando decimos que la soberanía nacional está secuestrada lo que estamos diciendo es que los grandes grupos de inversión que controlan el mercado deciden, y el gobierno obedece sin más, sobre todo a partir a partir de esa reforma de la Constitución, intocable hasta entonces. Han roto el pacto constitucional con esa decisión (S)
Nosotros decimos que sí, que hay que gobernar obedeciendo, pero obedeciendo al pueblo, en el que reside la verdadera soberanía, no obedeciendo a los mercados especulativos que nada aportan a la economía real y al tejido productivo. Queda con ello demostrado que no hay democracia política sin democracia económica, no hay democracia sin el control democrático de la economía. Por eso, cuando defendemos Otra forma de hacer política queremos decir gobernar obedeciendo (S)
Vecinos, vecinas: hemos podido comprobar que los derechos sociales y laborales que con tanto esfuerzo y sacrificio conquistamos colectivamente no sólo no estaban garantizados sino que han retrocedido a niveles desconocidos en la historia de nuestro país, como consecuencia de unos planes de ajuste concebidos a la medida de los intereses de una minoría de privilegiados. Nos podríamos preguntar: ¿pero esta crisis no afecta a todos por igual, a los abajo y a los de arriba, no estamos perdiendo todos poder adquisitivo y nivel de vida? (S) A la luz de los datos parece que no: el 27% de la población española, 12 millones de personas, viven hoy en situación de pobreza y exclusión social mientras el número de millonarios crece un 24% con relación al año anterior hasta alcanzar la cifra de 465.000 (1% de la población), según el Informe de riqueza mundial. El hecho cierto es que la desigualdad está creciendo de forma indecente e inmoral como consecuencia de unas recetas económicas fracasadas. Y nosotros decimos: un gobierno que no destina los suficientes recursos públicos para garantizar los derechos económicos, sociales y culturales incurre en violación de los derechos humanos. No nos sirve la beneficencia y la caridad porque no nos permite vivir con dignidad de nuestro trabajo, de nuestros conocimientos y capacidades.
Entonces la gente comenzó a organizarse y a encontrar sus propias respuestas (S) La juventud más preparada de nuestra historia se puso manos a la obra y fundó Juventud Sin Futuro y Democracia Real Ya porque decidió dignificar su precaria existencia proclamando que no tenían miedo y que, por tanto, no estaban dispuestos a ser los nuevos esclavos del siglo XXI; los empleados públicos, en su doble condición de prestadores de servicios y ciudadanos, pensaron que era urgente crear un amplio frente de resistencia a los planes privatizadores de los gobiernos de la alternancia y decidieron organizar la Marea Pública, las mareas blanca, verde, violeta, amarilla en reivindicación de unos servicios públicos de calidad, universales y gratuitos, conscientes de que el ejercicio efectivo de los derechos sociales sólo pueden garantizarse con unos servicios públicos fuertes y bien dotados (S) También ocurrió que la gente, como consecuencia de la crisis-estafa y de la canalla reforma laboral, perdió su empleo y muchos de ellos, que tenían una hipoteca, se vieron obligados a dejar de pagarla si querían dar de comer a sus hijos, y toda la maquinaria del Estado arremetió contra ellos condenándolos a la muerte civil –al verse abocados a perder la vivienda pero no la deuda, que arrastrarían de por vida-; decidieron entonces autoorganizarse creando la Plataforma de Afectados por la Hipoteca con los resultados de éxito que todos conocemos. Demostraron que Sí se puede. Ello animó a estos y otros muchos colectivos a fundar un movimiento social de nuevo tipo, el movimiento de los indignados, que revolucionó el panorama político español: nacía así el 15M y con él aprendimos juntos a dar un importante primer paso hacia el cambio, aprendimos a decir NO alto y claro (S)
Cuando decidimos tomar el espacio público, cuando tomamos las plazas de pueblos y ciudades, los gobiernos de turno y sus voceros se sintieron desbordados, confundidos y, en vez de escuchar nuestras reivindicaciones se dedicaron a criminalizarnos, y a recordarnos que ellos tenían la legitimidad que le dieron las urnas y que nosotros, por contra, no teníamos esa legitimidad, que lo que teníamos que hacer es presentarnos a las elecciones si queríamos ofrecer nuestras propuestas a la sociedad. Pues bien, lo hicimos, sí señor, lo hicimos como Dios manda y desde entonces, desde que existe Podemos, son ellos los que no duermen tranquilos, parece que el miedo está cambiando de bando, ¿y sabéis por qué? (S) Pues porque saben que si algún día gobernamos vamos a terminar con los privilegios, se les va a acabar ese chollo de vivir como reyes a nuestra costa, se va a acabar eso de echar a las espaldas de las clases trabajadoras y clases medias el pago de la factura de una crisis que no hemos creado. ¡Ya está bien, que cada santo aguante su vela!
Cuanto más retrocede el Estado Social más avanza el Estado policial, cuanto más nos castigan recortando derechos y prestaciones más reaccionamos y la movilización social crece, acción-reacción (S) La nueva Ley de Seguridad Ciudadana, no por casualidad llamada Ley Mordaza, pretende la criminalización de la protesta, convirtiendo un conflicto de origen político en un problema de orden público. La prueba de ello es que, en previsión de un otoño caliente, el Ministerio del Interior ha presupuestado 3,2 millones de euros para compra de material antidisturbios para este año. Así es como pretenden atender la exigencia de pan y justicia social, que es ya un clamor popular (S)
Vecinas, vecinos: el reto que tenemos por delante es enorme, somos conscientes de ello, y es la razón por la que hacemos un llamamiento a la participación de todos y todas en este proyecto de construcción colectiva. La política es nuestro presente y el futuro de nuestros hijos, es una cosa demasiado importante como para dejarla en manos de supuestos expertos y políticos profesionales. La tenemos que hacer nosotros porque nadie conoce mejor nuestras necesidades y nuestros sueños. Os necesitamos, nos necesitamos unos a otros para avanzar, nosotros somos la fuerza que nos dais (S) No os dejéis engañar, vecinas y vecinos: el discurso oficial de que ningún cambio sustancial en la política y en la economía es posible, de que no hay alternativa a las actuales políticas neoliberales de austeridad y recortes, es falso y está concebido con una intención clara: desmovilizar a la sociedad española e impedir su empoderamiento. ¡No lo van a conseguir! (S) En cualquier caso, es de sentido común que si las recetas económicas que se han aplicado hasta hoy nos han traído a la situación en que nos encontramos podemos decir, sin miedo a equivocarnos, que han fracasado de forma clamorosa, y que habrá que comenzar a aplicar otras fórmulas distintas. Cuando planteamos algo tan elemental como esto nos llaman demagogos y populistas. Y claro que no vamos a pedirle que reconozcan sus errores y cambien su política económica, sería como pedir peras al olmo. ¿Sabéis qué haremos entonces?: aplicar nuestras propias soluciones si el pueblo español deposita su confianza en nosotros (S)
Tenemos que recuperar la utopía. La utopía no es más que un camino por recorrer. Parecía utópico hace poco que los movimientos sociales –expresión organizada del descontento social- apostasen por la creación de una formación política…y nació Podemos; era utópico ayer que obtuviésemos un diputado para el parlamento europeo…y sacamos cinco; resultaba utópico que Podemos alcanzase en intención de voto a los partidos de la casta…y hoy las encuestas nos sitúan en torno al 25% superando incluso al PSOE. Cuando la idea es poner la economía al servicio de la mayoría social, a la política como instrumento de transformación –no de saqueo-, cuando se piensa en el ciudadano como actor del cambio social y no como sujeto pasivo, ¿creéis que aspirar a gobernar este país es un imposible? (S) Lo decíamos antes y lo decimos ahora: con compromiso, trabajo y solidaridad SÍ SE PUEDE (S) A ello estamos convocados, amigos.
Pero ¿qué proponemos para reflotar la economía e impulsar la creación de empleo?:
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Season: 5Episode: 3-----Follow us! https://plus.google.com/collection/QtpEIB-----This episode will be posted in our Community! https://plus.google.com/co... Enjoy the videos and music you love, upload original content, and share it all with friends, family, and the world on YouTube. Hola amigos de youtube les vengo con la historia de Salvatore Leone el dueño de el calibuli de las Venturas, comenta, comparte y suscribete. Facebook: https:... The TED Talks channel features the best talks and performances from the TED Conference, where the world's leading thinkers and doers give the talk of their lives in 18 minutes (or less). Look for ... Inspector Max SE02EP28 O Atentado Escena de la película 'Casablanca' (Michael Curtiz, 1942) ¡Que Locura! El Inspector Rodriguez (Johnny Lozada) Nortec Collective was a musical ensemble formed by various individual one- or two-man production projects. The group came together in Tijuana, Baja Californi... Bueno gente!! os traigo otro recopilatorio!! del bueno de Caledonia...Para los que lo echan de menos ,ya mismo empezare a subiros también de Moisés Cortés!! Enjoy the videos and music you love, upload original content, and share it all with friends, family, and the world on YouTube.

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